Beauxbaton's Magic World
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Història Nana Wilder

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Mensaje  Nana.Wilder Dom Jul 19, 2009 8:26 pm

Nacida en Alemania, inmigró hacia un pequeño pueblecito muggle de no más de 100 habitantes de la República Checa. La familia, compuesta por un padre de unos 40 años, de pelo algo alocado y posado serio, formal y reservado con túnica verde esmeralda y volandas purpura de tercio pelo; una madre de 25 años o menos, de largo pelo rubio algo encrespado y de profundos ojos grises, con largos vestidos largos estampados con miles de flores, cargando en brazos un bebé dormilón con un sonajero de calabaza como único juguete; un niño de 8 añitos con la nariz siempre metida en más de un libro y pantalones siempre rotos, pelo tan rubio como el maíz, con decenas de pecas y de gafas redondas; y de una niña de 6 años a la que le encantaba lucir capas desgastadas y corretear, revolotear por todos los rincones, haciendo volar sus dos trencitas mal echas y luciendo una sonrisa mellada acompañada siempre de un ratoncito pequeñito y gris, no causó buena impresión al resto de familias del pueblo acostumbrados a unos días monótonos sin sorpresa alguna. Pero enseguida la honradez y bondad de los 5, la simpatía de la madre y la gracia de esos niños hicieron que todos los aceptaran con sus rarezas y extrañeces. Los tres hermanos crecieron sin salir nunca de ese pueblo, comiendo cada día las deliciosas tartas de su madre y visitando cada mañana a todos los pueblerinos a regalarles los buenos días.
Les encantaba ir al bosque, aunque estaba un poco lejos así que tenían que ir en bicicleta, pero eso solo hacía más divertida la excursión. Una vez, cuando Nana tenía unos 9 años, fue de excursión a ese bosque con su hermano mayor, Even, pero tan despistada era, y es, que se perdió, no había forma de encontrar la salida de aquel bosque o de reencontrarse con su hermano. La oscuridad empezó a caer, se tumbó en la intemperie (le daba miedo dormirse al lado de un árbol ya que había escuchado que los nomos iban a morir debajo de los árboles), e intentó coger el sueño. No pudo dormir en toda la noche, en parte por el frío, en parte por su celebro que no dejaba de trabajar haciéndole imaginar mil y una cosas, pero no era miedo lo que sintió esa noche, sintió como si su alma fuera recogiendo las memorias de ese bosque, como si escuchara las voces de las ramas de cada árbol e hiciera sus historias suyas, las del viento, las de las rocas, las del rumor del riachuelo. Al día siguiente la encontraron de vuelta a casa, sonriente como siempre, sin ningún cambio aparente. Pero desde aquel día tiene el don, el poder, la habilidad de escuchar los sentimientos de madre Gaia, de la tierra y todo lo que hay en ella, escuchar los sentimientos y sus historias, todo lo que han visto y vivido. Pero ella nunca se lo ha dicho a nadie, solo habla de ello con Cacahuet y porque confía plenamente en él y sabe que no se lo va a contar a nadie. Nunca ha utilizado ese “poder” (no es una palabra que me guste especialmente) para beneficiarse con nada, para llevar algo a cabo, simplemente cierra los ojos cuando pasa algo que no le gusta y se concentra en escuchar esas voces, escucharlas sonriendo como quien escucha la infancia contada por sus abuelos, sus batallitas.
Cuando Even empezó a ir a la escuela de magia, al volver a casa, se veía bombardeado por mil y una preguntas de su hermana que deseaba ir a esa escuela y ver más mundo y nuevos pasillos y campos por los que correr, jugar y escuchar. Hasta que, por fin, le llegó su esperado día. Llenó su maleta con la colección de piedras, los tarros de aromas, 3 tartas de su madre y 14 cosas más inútiles para su viaje. Entre la madre y el hermano mayor le deshicieron la maleta por la noche y le pusieron el material de la escuela, la ropa, y un par de sus cosas más queridas que sabían que iba a echar en falta. Al llegar a Beauxbatons no todo era como esperaba, ya que, obviamente, en una escuela se tenía que estudiar, hacer deberes y esa clase de cosas que su hermano insistía en contarle y que ella nunca escuchaba imaginándose un bello castillo rodeado de infinitas praderas donde todos jugaban con ella. Pero eso no la desilusionó ni un poquito, le gustaban los profesores, y si no era así desconectaba por completo y pensaba en cosas que le gustaran o se ponía a jugar con Cacahuet, su ratoncito.
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